Todas las personas tienen derecho a esperar que los alimentos que comen sean inocuos y aptos para el consumo. Las enfermedades de transmisión alimentaria y los daños provocados por los alimentos son, en el mejor de los casos, desagradables, y en el peor pueden ser fatales.
Por consiguiente, es imprescindible un control eficaz de la higiene e inocuidad alimentaria, a fin de evitar las consecuencias perjudiciales que derivan de las enfermedades y los daños provocados por los alimentos y por el deterioro de los mismos, para la salud y la economía.
Para lograr el control eficaz, las empresas deben implementar programas sólidos de buenas prácticas de manufactura y disponer de personal capacitado en dichas prácticas.
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